Los riscos de la zona Norte del Himalaya, cerca de Badrinarayan, todavía están bendecidos por la presencia viva de Babaji, gurú de Lahiri Mahasaya. El recluido maestro ha retenido su forma física durante siglos, quizá milenios. El inmortal Babaji es un avatar. Esta palabra sánscrita significa “descenso”; sus raíces son ava, “abajo” y tri, “pasar”. En las escrituras hindúes, avatar significa el descenso de la Divinidad a la carne. El estado espiritual de Babaji está más allá de la comprensión humana.
La misión de Babaji en la India ha consistido en ayudar a los profetas a llevar a cabo sus designios especiales. Esto hace que las escrituras le califiquen de Mahavatar (Gran Avatar). Declaró que él había dado la iniciación en yoga a Shankara, el antiguo fundador de la Orden de los Swamis, y a Kabir, el famoso santo medieval. En el siglo XIX su principal discípulo fue Lahiri Mahasaya, quien revitalizó el perdido arte de Kriya.
No debe sorprendernos que no existan referencias históricas a Babaji. El gran gurú no se ha mostrado nunca abiertamente, en ningún siglo; los tergiversadores focos de la publicidad no entran en sus planes milenarios. Al igual que el Creador, el único pero silencioso Poder, Babaji actúa en una humilde oscuridad.
Los grandes profetas como Cristo y Krishna vienen a la tierra con un objetivo específico y espectacular; parten tan pronto como lo han cumplido. Otros avatares, como Babaji, emprender labores que se relacionan más con el lento progreso evolutivo del hombre a lo largo de los siglos, que con un acontecimiento histórico excepcional. Tales maestros se ocultan siempre del gran público y tienen el poder de hacerse invisibles a voluntad. Por estas razones y porque generalmente ordenan a sus discípulos que mantengan silencio respecto a ellos, algunas elevadísimas figuras espirituales permanecen desconocidas del mundo.
Sobre Babaji no se han descubierto jamás ese tipo de hechos restrictivos, tan queridos por los cronistas, que se refieren a la familia o el lugar de nacimiento. Normalmente habla en hindi, pero se comunica fácilmente en cualquier lengua. Ha adoptado el sencillo nombre de Babaji (venerado padre); otros títulos de respeto que le ha conferido Lahiri Mahasaya son Mahamuni Maharaj (santo del éxtasis supremo), Maha Yogui (el más grande de los yoguis), Trambak Baba y Shiva Baba (títulos de avatares de Shiva). ¿Tiene alguna importancia que no conozcamos el patronímico de un maestro liberado en la tierra?
“Quien pronuncia con reverencia el nombre de Babaji”, dijo Lahiri Mahasaya “ese devoto atrae una bendición espiritual instantánea”.
El gurú inmortal no muestra en su cuerpo señales del paso del tiempo; aparenta ser un joven de veinticinco años. De piel clara, talla y peso medio, la belleza de Babaji, de cuerpo fuerte, irradia un perceptible resplandor. Sus ojos son oscuros, tranquilos y tiernos; su largo y brillante pelo es de color cobrizo. Un hecho extraño es que Babaji guarda un parecido extraordinario con su discípulo Lahiri Mahasaya. La similitud es tan notable, que, en sus últimos años, Lahiri Mahasaya podía haber pasado por el padre del aparentemente joven Babaji.
“Babaji sólo puede ser visto o reconocido por los demás cuando lo desea. Se sabe que se ha aparecido a diversos devotos de muchas formas ligeramente distintas, a veces sin barba y bigote y a veces con ellos. Como, al no deteriorarse su cuerpo, no necesita alimento, el maestro apenas come. Cuando visita a los discípulos, a veces acepta, por cortesía, frutas o arroz cocido en leche y mantequilla clarificada.
Un avatar vive en el Espíritu omnipresente; para él no existe la ley de proporcionalidad inversa al cuadrado de la distancia. Por tanto sólo puede haber una razón para que Babaji mantenga su forma física de siglo en siglo: el deseo de proporcionar a la humanidad un ejemplo concreto de sus propias posibilidades. Si al hombre no se le concediera un atisbo de la Divinidad encarnada, permanecería oprimido por el pesado engaño, creado por maya, de que no puede trascender su mortalidad.