Kriya Yoga

 

La raíz sánscrita de Kriya es kri, hacer, actuar y reaccionar; la misma raíz se encuentra en la palabra karma, el principio natural de causa y efecto. Kriya Yoga es pues “unión (yoga) con el Infinito por medio de cierta acción o rito”. Un yogui que sigue fielmente esta técnica se libera gradualmente del karma o cadena universal de la causalidad. La verdadera técnica tiene que aprenderse de un Kriyabán o Kriya Yogui.

Kriya Yoga es un método psicofisilógico sencillo por el cual la sangre humana pierde carbono y se recarga de oxígeno. Los átomos de este oxígeno extra se transmutan en una corriente de vida que rejuvenece el cerebro y los centros espinales. Deteniendo la acumulación de sangre venosa, el yogui es capaz de disminuir o evitar el deterioro de los tejidos; el yogui avanzado transmuta sus células en energía pura. Elías, Jesús, Kabir y otros profetas, fueron, en el pasado, maestros en la utilización de Kriya o una técnica similar, gracias a la cual materializaban sus cuerpos a voluntad.

Kriya es una ciencia antigua. Lahiri Mahasaya la recibió de su gurú, Babaji, quien redescubrió y puso en claro la técnica que se había perdido en la Edad Oscura.

“El Kriya Yoga que entrego al mundo a través de ti en este siglo XIX”, dijo Babaji a Lahiri Mahasaya, “es un renacimiento de la misma ciencia que dio Krishna, hace milenios, a Arjuna y que más tarde fue conocida por Patanjali y Cristo, S. Juan, S. Pablo y otros discípulos”.

Krishna, el mayor profeta de la India, se refiere así a Kriya en una estrofa del Bhagavad Gita: “Ofreciendo la inspiración en la espiración y ofreciendo la espiración en la inspiración, el yogui neutraliza ambas; libera así la fuerza vital del corazón y la pone bajo control”. La interpretación es: “El yogui detiene el deterioro del cuerpo gracias a un aumento de la fuerza vital y detiene las mutaciones del crecimiento del cuerpo por medio de apan (corriente de eliminación). Así, neutralizando deterioro y crecimiento, aquietando el corazón, el yogui aprende el control de la vida”.

Krishna cuenta también que fue él, en una encarnación anterior, quien transmitió el yoga indestructible a un antiguo iluminado, Vivasvat, quien se lo dio a Manu, el gran legislador. Él, a su vez, instruyó a Ikshwaku, el padre de la dinastía solar de guerreros de la India. Pasando así de uno a otro, el yoga real fue conservado por los rishis hasta la llegada de la era materialista. En ese momento, gracias al secreto sacerdotal y la indiferencia humana, el sagrado conocimiento se volvió poco a poco inaccesible.

S. Pablo conocía el Kriya Yoga o una técnica muy similar, gracias a la cual era capaz de retirar las corrientes vitales de los sentidos o llevarlas hacia ellos. Por eso podía decir: “Verdaderamente, afirmo por nuestro júbilo que tengo en Cristo, Yo muero diariamente”. Al retirar diariamente la fuerza vital de su cuerpo, se unía por medio de la unión yoga con el júbilo (dicha eterna) de la conciencia Crística. En ese feliz estado, era consciente de estar muerto para el engañoso mundo sensorial de maya.

“Kriya Yoga es un instrumento gracias al cual puede acelerarse la evolución humana”, explicaba Sri Yukteswar a sus alumnos. “Los antiguos yoguis descubrieron que el secreto de la conciencia cósmica está íntimamente unido al dominio de la respiración. Ésta es la inigualable e inmortal contribución de la India al tesoro del conocimiento mundial. La fuerza vital, que generalmente se consume en mantener el bombeo del corazón, debe ser liberada para actividades más elevadas por medio de un método que calme y aquiete las incesantes exigencias de la respiración”.

El Kriya Yogui dirige mentalmente su energía vital de forma que gire, subiendo y bajando, alrededor de los seis centros espinales (plexos medular, cervical, dorsal, lumbar, sacral y coccígeo), que se corresponden con los doce signos astrales del zodiaco, el Hombre Cósmico simbólico. Medio minuto de revolución de la energía alrededor del sensible cordón espinal del hombre, produce un sutil progreso en su evolución; ese medio minuto de Kriya equivale a un año de desarrollo espiritual natural.

El sistema astral del ser humano, con seis (doce por polaridad) constelaciones interiores girando alrededor del sol del ojo espiritual omnisciente, está interrelacionado con el sol físico y los doce signos zodiacales. Todos los hombres se ven así bajo los efectos de un universo externo y uno interno. Los antiguos rishis descubrieron que el ambiente terrenal y celestial del hombre, en ciclos de doce años, le impulsa hacia delante en su sendero natural. Las escrituras afirman que el hombre necesita un millón de años de evolución normal, sana, para perfeccionar su cerebro humano lo suficiente como para expresar la conciencia cósmica.

Mil Kriyas practicados en ocho horas, dan al yogui, en un día, el equivalente de mil años de evolución natural: 365.000 años de evolución en un año. De esta forma, en tres años, un Kriya Yogui puede conseguir, gracias a un esfuerzo inteligente, el mismo resultado que a la naturaleza le cuesta un millón de años. Por supuesto el atajo del Kriya sólo puede ser tomado por yoguis profundamente desarrollados. Con la guía de un gurú, tales yoguis han preparado cuidadosamente sus cuerpos y cerebros para recibir el poder que produce una práctica intensa.

Los principiantes en Kriya emplean este ejercicio yóguico sólo de catorce a veinticuatro veces, dos veces al día. Algunos yoguis alcanzan la emancipación en seis, doce, veinticuatro o cuarenta y ocho años. Un yogui que muere antes de alcanzar la realización total, lleva consigo el buen karma de sus pasados esfuerzos con el Kriya; en su nueva vida es conducido armoniosamente hacia su Meta Infinita.

Se necesitan doce años de una vida normal sana para producir un ligero cambio perceptible en la estructura del cerebro y un millón de reapariciones del sol para que los compartimentos cerebrales se refinen lo suficiente como para manifestar la conciencia cósmica.

Al desatar la cuerda de la respiración que sujeta el alma al cuerpo, Kriya sirve para prolongar la vida y ensanchar la conciencia hasta el infinito. El método yoga supera el tira y afloja entre la mente y los sentidos unidos a la materia y libera al devoto para que vuelva a heredar el reino eterno. Él sabe que su verdadera naturaleza no está constreñida ni al revestimiento físico ni a la respiración, símbolo de su esclavitud mortal al aire, a las compulsiones elementales de la naturaleza.

Kriya, al controlar la mente directamente por medio de la fuerza vital, es el camino más fácil, efectivo y científico de acercarse al Infinito. En contraste con el lento, inestable “carro de bueyes” del sendero teológico hacia Dios, Kriya puede ser llamada con justicia la ruta “aérea”.

Los métodos telescópicos de los yoguis, que les desconectan de la identificación física y mental en favor de la individualidad del alma, son recomendables para quienes se rebelan ante una espera de un millar de miles de años. Este margen numérico se amplía para el hombre común, que no vive ni siquiera en armonía con la naturaleza, mucho menos con su alma, sino que por el contrario persigue complejidades antinaturales, ofendiendo así en su cuerpo y sus pensamientos la dulce santidad de la naturaleza. Para él, dos veces un millón de años apenas son suficientes para encontrar la liberación.

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